

Traveria llamó a los españoles -y a los catalanes en particular- a dar un trato igualitario y sin discriminaciones a los inmigrantes (se refirió en forma especial a los cuidadanos de países latinoamericanos), recordando que muchos españoles durante la dictadura franquista debieron salir de España y transformarse en inmigrantes en América y algunos países europeos.
Fue realmente el mejor discurso de la noche, en una ceremonia adornada por la música (el pianista Antonio Ortiz, dio un gran concierto interpretando piezas de Mozart, Chopin y Debussy), cargada de historia y profundo contenido.
Y cómo no, si se trata de un cariñoso admirador de Chile, amigo personal del Ex Presidente Ricardo Lagos y de muchas otras personalidades de nuestro país, conocedor de nuestra historia, nuestros esfuerzos y avances y hasta amante de la gastronomía chilena. Estuvimos hablando de Angelmó y los mariscos chilenos. “Cuando los locos están en veda son más grandes”, afirmó, dando cuenta de su cabal conocimiento de Chile.
1 comentario:
Estimados y estimadas amigos y amigas lectores de mi blog:
A continuación, el discurso oficial del Sr. Antoni Traveria, Director General de la Casa Amèrica Catalunya. Una persona que he conocido poco, pero ya lko siento como un gran amigo y compatriota. Para muchos, que comparten conmigo, fue el mejor de la noche, y por eso se lo pedí y lo publico en extenso.
Lean con atención, que es una verdadera lección de vida:
Buenas tardes a todos y a todas.
Hace un par de meses, durante el acto de presentación de la Fundación Casa Amèrica Catalunya, un buen amigo, Carlos Fuentes, premio Cervantes de Literatura, afirmó que la Guerra Civil Española la ganó México. No es la primera vez que le oímos esta reflexión. Sensible a las consecuencias que comportan los procesos históricos, Carlos Fuentes suele homenajear a las personas, brillantes en los más diversos campos, que hallaron cobijo en México tras emprender el camino del exilio. Como ustedes saben, muchos catalanes, muchos españoles, se instalaron en diversos países latinoamericanos para escapar de la represión militar que encabezaba el General Franco, el dictador. En estos países pudieron iniciar una nueva vida. No es nada nuevo, pero conviene recordarlo.
Hoy, a principios del siglo XXI, después de treinta años de democracia, la coyuntura catalana y española es bien distinta. De ser origen de emigración –no se nos olviden las corrientes migratorias hacia Alemania y Francia de los años 60 y 70– hemos pasado a ser sociedad de acogida. Un simple dato: la población extranjera que vive en Catalunya llega al millón de personas. En los últimos seis años se ha multiplicado por cinco. En porcentaje, el 13% de los ciudadanos de Catalunya son de origen inmigrante, sobre todo de procedencia latinoamericana –colombianos y ecuatorianos, principalmente–, aunque también debe significarse el aumento registrado por los inmigrantes que han llegado del Este de Europa.
Los tiempos cambian y los flujos migratorios también. La situación mundial, alimentada por la cada vez más acusada diferencia entre ricos y pobres, ha derivado hacia radicalizaciones tan severas que, en la actualidad, la inmigración se ha convertido en uno de los grandes debates de nuestro tiempo. Relacionado con este asunto, me referiré, básicamente, a tres capítulos que considero fundamentales: las políticas de integración social que practican las sociedades de acogida, la cooperación cultural y los programas de educación.
En referencia a las políticas de integración, ¿cómo recibimos a los ciudadanos que provienen de otros países? Esta pregunta abre un amplio abanico de respuestas, pero podemos atajar por el camino de la síntesis refiriéndonos a las llamadas políticas de supresión y de acomodación. Las primeras, las políticas de supresión, tratan de eliminar cualquier vestigio de cultura distinta a la del país de acogida. Se dividen en tres grandes grupos: las xenófobas, donde el rechazo y la hostilidad son máximas; las de estigmatización, que promueven la aceptación de la cultura dominante y que, pese a todo, nunca llegan a considerar al recién llegado como un igual; y, finalmente, las de asimilación. Éstas últimas o bien pueden aceptar que la cultura dominante integre ciertas pinceladas de las culturas foráneas, o bien pueden decantarse por generar un sistema de prestigio y de desprestigio: conforme se vaya abandonando la cultura original, el individuo gana prestigio, todo lo contrario de si se mantienen las bases de la cultura propia.
Luego están, como decía, las denominadas políticas de acomodación. Son las que respetan la multiculturalidad. Obviamente –“obviamente”, al menos desde la forma de proceder de Casa Amèrica Catalunya–, este es el camino a seguir para alcanzar unas mayores cotas de convivencia y para que las distintas comunidades puedan enriquecerse culturalmente a través del intercambio de conocimientos, de costumbres, de maneras de entender la vida. Fomentar y proteger las diversidades culturales nos acercará a la igualdad, al mutuo respeto, a la paz entre las naciones. Esta es la meta a perseguir. Catalunya, punto de encuentro y puente de tránsito y comunicación entre Europa e Iberoamérica, debe seguir esforzándose para, desde el ejemplo, contribuir de forma eficaz al desarrollo de un modelo de entendimiento y armonía que, superando océanos y fronteras, favorezca las relaciones de proximidad y solidaridad entre los pueblos.
Y en este proceder hacia la convivencia y la solidaridad tiene cabida la cooperación cultural al desarrollo, aquella que respeta y cuenta con las distintas identidades culturales para propiciar el progreso de los pueblos y comunidades. La cooperación cultural al desarrollo no es una herramienta nueva –de hecho, ha generado una abundante bibliografía– pero, sin embargo, los organismos e instituciones tanto nacionales como internacionales en escasas ocasiones la han incorporado con claridad en sus estrategias de futuro.
En la Fundación Casa Amèrica Catalunya sabemos que las propuestas de cooperación cultural más recomendables son aquellas que se diseñan en función de las necesidades del país destinatario y de acuerdo con sus objetivos de desarrollo. Somos bien conscientes de ello. La cooperación, en ningún caso, debe ser sinónimo de intromisión o prepotencia. Y, lamentablemente, en más de una ocasión este principio se ha visto incumplido. También sabemos de la importancia de, por ejemplo, formar a agentes de desarrollo que impulsen proyectos de desarrollo en sus comunidades de origen. Se trata, en líneas generales, de aplicar el codesarrollo, un instrumento que, a medio camino entre las políticas de desarrollo y las de inmigración, vincula a los inmigrantes que residen en un país determinado con el desarrollo de su país de origen.
Cuando hablamos de cooperación cultural o de codesarrollo, hablamos de respeto y de una apuesta clara y sincera para reducir desigualdades, para fomentar el diálogo y la colaboración. Sea cual sea el objetivo último de las iniciativas de cooperación, siempre debe recordarse que la cultura es una herramienta indispensable en los procesos de desarrollo y que incide en la capacitación, la autoestima y el bienestar de los sectores sociales más desatendidos.
En efecto, la cooperación cultural al desarrollo debe propiciar, entre otros logros, la mejora de la calidad de vida de los grupos sociales que sufren los efectos de la desatención y la discriminación, pero esta tarea, como es lógico, corresponde en primer lugar a los propios gobiernos. En la actualidad, y salvo alguna excepción, podemos afirmar que la democracia se ha extendido, al menos formalmente, en todos los países latinoamericanos. Ahora urge que los gobiernos actúen en consecuencia y emprendan políticas que, con el apoyo internacional, acaben con las dudas y las suspicacias que generan entre los ciudadanos de sus propios países. Sólo así se podrán corregir tendencias contrarias al progreso, a la justicia y a las libertades.
No podemos olvidar que en muchos países latinoamericanos más de la mitad de la población afirma que no le importaría la existencia de un gobierno no democrático si con ello se resolvieran sus problemas económicos. Así se desprende de las encuestas realizadas por la Corporación Latinobarómetro, una ONG con sede en Santiago de Chile que anualmente realiza cerca de 20.000 entrevistas en 18 países de América Latina.
Por otra parte, y aunque el Programa para el Desarrollo de Naciones Unidas (PNUD, 2005) constata que la inmensa mayoría de los países latinoamericanos presenta un escenario favorable a la democracia porque los adeptos a ella, aunque no llegan a ser mayoritarios, sí forman el grupo poblacional más numeroso, hay países en los que más del 50% de la población entiende que en determinadas circunstancias daría su apoyo a un régimen militar. Antes de que nadie se escandalice, déjenme decirles que es muy fácil ser un abnegado demócrata cuando se dispone de un buen sueldo a final de mes y que no lo es tanto cuando la hucha y el frigorífico están vacíos.
No voy a extenderme en datos y porcentajes sobre índices de pobreza. Está claro que debe darse prioridad a la puesta en marcha de acciones que repercutan en los llamados grupos vulnerables para que comprueben en sí mismos tanto los beneficios que les puede aportar el Estado del Bienestar como las ventajas que ofrece la democracia y sus posibilidades.
Entre estas acciones, y de vuelta con la cultura como motor de desarrollo, deben significarse las aprobadas recientemente por los Jefes de Estado y de Gobierno de los 22 países que conforman la Comunidad Iberoamericana de Naciones. En su vigésimo sexta cumbre, se reunieron en Montevideo (Uruguay) los días 3, 4 y 5 de noviembre para, en palabras del secretario general iberoamericano, Enrique Iglesias, otro buen amigo de Casa Amèrica Catalunya, aprobar acuerdos que benefician a millones de personas en los ámbitos político, económico, social y cultural.
Como pueden suponer, no voy a detenerme en los 46 puntos de que consta la Declaración de Montevideo. Únicamente me referiré a los acuerdos 9 y 10, ambos, según mi opinión, de extremo interés dentro del ámbito de la educación.
El punto 9 subraya que la cumbre decidió la puesta en marcha del “Plan Iberoamericano de Alfabetización y Educación Básica de Personas Jóvenes y Adultas 2007 – 2015” y declaró el año 2007 como “Año Iberoamericano de la Alfabetización”. Según la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), en Iberoamérica existen cerca de 50 millones de analfabetos.
En el punto 10 de la Declaración de Montevideo se resaltan los avances alcanzados por los países que han desarrollado iniciativas de canje de deuda por inversión educativa y se anima a la adopción de estos programas allí donde aún no se aplican. Como ustedes saben, esta iniciativa consiste en liberar el tres por ciento de los pagos que el gobierno efectúe en concepto de su deuda y canjearlos por inversión en educación. Les recuerdo que el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, ya manifestó su interés por implicarse activamente en este tipo de operaciones en la Cumbre Mundial contra el Hambre y la Pobreza de 2004, y que, en la actualidad, esta implicación ha permitido firmar acuerdos con siete países latinoamericanos por un total de más de 285 millones de euros.
Estas iniciativas son muy importantes puesto que a nadie se le escapa que el analfabetismo y la falta de políticas educativas efectivas y de alcance lastran el desarrollo económico y cultural de América Latina y son unas de las causas principales de la pobreza y la miseria.
Verán... Según la información que me han facilitado, entre ustedes hay alumnos catalanes, de distintos puntos del Estado, y también procedentes del resto de Europa, Asia y América Latina. Todos ustedes comparten aula, profesores... se relacionan y hasta quizá colaboren en sus estudios. Cada uno sabrá de sus esfuerzos, de sus méritos y de los problemas que ha tenido que superar... No tengo el placer de conocerles personalmente y espero que entiendan el sentido de la licencia que me tomo al decirles o, mejor, al pedirles que sean conscientes de su condición de privilegiados. De hecho, todos los que estamos aquí lo somos. No lo olviden. No lo olviden porque de su formación, de su educación, se espera que participen en la construcción de una sociedad que cada vez sea más receptiva a las ventajas inherentes que aporta la interculturalidad.
Y, a tenor de lo dicho, permítanme que me dirija especialmente al alumnado procedente de Latinoamérica: les animo a que pongan sus conocimientos al servicio de sus respectivos países. Hagan que el crecimiento intelectual que están adquiriendo entre nosotros contribuya al mejor desarrollo de sus sociedades de origen. Quizá no les resulte fácil. Muchos de ustedes recibirán interesantes ofertas de carácter profesional para quedarse aquí, en Europa, pero piensen que también muchos de ustedes están llamados desempeñar, ya sea en el sector público o en el privado, cargos de gran responsabilidad en sus países. Antes hablaba de méritos. Puede que el mayor mérito que algún día se les deba reconocer sea, precisamente, el de haber vuelto a casa.
Acabo. Este año se conmemora el quinto centenario de la muerte de Cristóbal Colón, célebre marino que, con su no menos célebre viaje “a las Indias”, abrió el camino para el futuro establecimiento de diversas potencias europeas en América. Vamos a dejarlo así, mejor ejercemos el derecho a la renuncia y evitamos los análisis profundos porque, en fin, de lo que hoy se trata no es de ponerse de mal humor. Zanjemos el tema admitiendo que las cosas, desde el mismo 12 de octubre de 1492, se podían haber hecho bastante mejor.
No obstante, la referencia a Colón sirve para recordar que, a pesar de los pesares, muchos millones de personas compartimos el conocimiento de una lengua común y que esa lengua común que ha superado la carga de haber sido un elemento impuesto, debiera facilitar la proliferación de valores como el de la igualdad, el de la fraternidad y, especialmente, el del compromiso. Compromiso con la diversidad cultural, que nos enriquece a todos, y compromiso con la convivencia y el respeto, que nos garantiza paz.
Muchas gracias.
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